Dos días en...Oporto. Día I


Superada con éxito la prueba de controles en la Terminal 4 de Madrid - Barajas aquí estoy, sentada, contemplando un cielo que, en breves minutos, surcaré rumbo a la ciudad de Oporto.


En esta ocasión, el avión en el que embarco es pequeño, más o menos con capacidad para 70 personas y debido a que la distancia con mi ciudad de destino es corta, la altura que ha tomado no es excesiva y el día está despejado, puedo disfrutar durante el trayecto de un fantástico paisaje. 

Un paisaje que merece la pena contemplar pues, en un determinado momento, la nave, como un barco suspendido sobre las aguas del Duero, lo sigue hasta su desembocadura permitiéndome admirar como, en su curso, atraviesa las ciudades de Toro y Zamora, fácilmente identificables por sus dos imponentes edificios románicos, la Colegiata de Santa María la Mayor, en la primera y la Catedral en la segunda.


Un río enmarcado por un mosaico de terrenos de labor, donde la vid es protagonista indiscutible, que salta con fuerza y pletórico en los Arribes y al final, ya mayor, se entrega sin resistencia a un océano que, en las orillas de Oporto, le espera expectante. Igual que a mí.

Encantada con mi travesía y con los pies pisando tierra en el aeropuerto Francisco Sà Carneiro, me decido a tomar un taxi que me lleve raudo al hotel en el que he decidido pasar este fin de semana, el Sheraton Oporto, un edificio de acero y cristal construido a principios del siglo XXI, dentro de la línea marcada por esta cadena hotelera.

Tomo posesión de mi habitación, amplia y decorada de forma elegante, sin estridencias, donde lo mejor es el impresionante ventanal. Tras él, una agradable terraza me seduce para que la disfrute en compañía de una copa de Oporto, cortesía del hotel.



Mi llegada ha sido por la tarde, con lo cual, después de una ducha reconstituyente hay que ir pensando en salir a cenar.

En la recepción del hotel me recomiendan algunos restaurantes y decido visitar uno de nombre igual a la ciudad en la que me encuentro, el Restaurante O Porto (Largo da Igreja 107)
La verdad es que el lugar en el que se encuentra no puede ser más bonito, en una seudo placita con árboles frente a la Iglesia de San Joao da Foz y con vistas al Duero.  Al parecer, el edificio que ocupa fue, durante muchos años, el Dispensario Materno Infantil de la Foz do Douro, zona residencial que se extiende desde la desembocadura del Duero hasta el Castelo do Queijo.

Pero ahora, del dispensario solo queda su estructura exterior ya que, una vez traspasada su puerta, te sientes como si irrumpieras en casa de una acomodada familia británica de otros tiempos.


Pedro Guimarães 
Una cocina portuguesa de calidad, donde no faltan los platos de bacalao, pero donde también se pueden degustar platos internacionales muy bien ejecutados. Hoy voy a ser clásica y voy a pedirme "bacalhau dourado". Delicioso.

Tras la noche de descanso, me levanto dispuesta a recorrer la ciudad y lo primero que hago es salir desde el hotel en dirección a la Avenida da Boavista para, subiéndola, acercarme a ver la Casa da Música, diseñada por el arquitecto holandés Rem Koolhaas. Por fuera y dependiendo del ángulo de visión, me recuerda una casa invertida; por dentro espacios limpios, casi minimalistas.


De nuevo en la calle, atravieso la plaza de Mouzinho de Albuquerque, más conocida como Jardines de Boavista, en cuyo centro se levanta un monumento a la memoria de los Héroes de la Guerra Peninsular (denominada por nosotros Guerra de la Independencia) y hechos los honores, continúo por la misma avenida de antes hasta el cruce con la Rua Cedofeita y la sigo y la sigo hasta llegar a Rua das Carmelitas 144, número en el que se encuentra una de las librerías más bellas del mundo, Livraria Lello e Irmao.

Aquí, el minimalismo desaparece. 


Vidrieras, maderas y bajorrelieves en yeso se combinan para crear una atmósfera de fantasía, casi onírica, dentro de un estilo donde se mezclan lo neogótico con lo modernista.



Y donde el juego de escaleras te confunde, hasta hacerte pensar que subes por un laberinto que no conduce a ninguna parte.


En definitiva, te mueves en la magia, la misma magia que se encierra en los libros que reposan en sus estanterías.



Salgo de nuevo a la Rua das Carmelitas y frente a mí veo mi siguiente destino, la Torre dos Clérigos. A sus piés, la terrazita de un bar me permite hacer un descanso y darme tiempo para concienciarme de la subida que me aguarda.



Dispuestísima me dirijo a la entrada pero....¡¡maldición!! otra vez que me quedo con las ganas de subir. La primera vez que estuve, no pude porque estaba cerrada y ésta segunda, por obras de restauración. Las obras de restauración de las torres me persiguen allá donde voy. ¿Será una confabulación de pequeños duendecillos maliciosos?

Pues nada, me conformo con verla por fuera y sigo mi camino para ir acercándome al río, pero parándome de vez en cuando para contemplar los tejados de la ciudad y su ropa tendida.



Bajando, bajando y ya en la orilla del Duero me encuentro con la Iglesia de San Francisco.  Ante todo, una advertencia para aquellos que sientan animadversión por el "horror vacui". En su interior, kilos y kilos de oro que chorrean desde los techos hasta los pilares, te rodearán sin posibilidad de escapatoria. 



Bromas aparte, es absolutamente alucinante y además podrás contemplar la mayor representación que, sobre el Árbol de Jesé, se haya hecho nunca.

Va siendo hora de comer y cruzando el Puente Dom Luís Iencargado de unir Oporto con Vila Nova de Gaia, me dispongo a tomar asiento en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad, Dom Tonho, Comida estupenda y vistas inmejorables.



¿No te parece?



En esta ocasión no voy a entrar en las famosísimas bodegas de Sandeman, Ramos Pinto, Calem o Ferreira, eso me lo guardo para otra vez, pero si me compro un cartel con el enigmático hombre de la capa negra

Cruzo de nuevo a Oporto y me doy un paseo por el Cais da Ribeira, sus callejuelas y su Praça y, de paso, saludo a este simpático San Juan Bautista tan hippy.



Por hoy doy por concluida mi visita. Tengo que irme sin más demora hacia el hotel pues, esta noche, un buen amigo de aquí, Luis, me ha invitado a una cena en su casa y tengo que ponerme "guapa".

Me despido por hoy....mañana más.




2 comentarios:

  1. Te leo y me parece estar paseando por las calles de Oporto...qué maravilla leerte!.

    Sin duda me anoto todo el itinerario, espero poder recorrerlo dentro de muy poco! ;-).

    Deseando estoy de leer la segunda entrega...

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Spiritu!!! la segunda está en el horno, pero le falta muy poco para salir de él!!

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