Raw Bar


Volver a restaurantes, donde he comido o cenado a las mil maravillas, siempre me seduce. 

Pero eso no implica que de portazo a mi curiosidad por descubrir nuevos sitios que, ya sea por haber leído críticas favorables, por recomendaciones de amigos o simplemente por haber pasado ante su puerta y sentirme seducida por su interior, me inciten a entrar para comprobar si lo leído, contado o visto se ajusta a lo esperado. 

En este caso no tenía referencias, solo la seducción fue la causa de que tomara asiento en él. 

Se trata de un restaurante situado en la C/ Felipe V de Madrid que comparte al alimón, con el Teatro Real, acera y vistas a la Plaza de Oriente.



Si te soy sincera, en un primer momento tuve mis dudas. 

Las nefastas experiencias culinarias sufridas con anterioridad en otros restaurantes, que al igual que éste pertenecen al Grupo Lezama, hicieron que me acercara a él con cierta cautela. 

Pero, afortunadamente, nada tiene que ver con esos otros. 

Alejado de estéticas barrocas o castizas este nuevo local, decorado por Ignacio García de Vinuesa, irradia una luz serena, como la que descubres al sumergirte en las aguas de un mar en calma donde el sol se filtra para, descomponiéndose en pequeños reflectores, iluminar el escenario marino.



Una onda blanca nacarada discurre sinuosa, conformando la barra sobre la que nasas globulares penden a la espera de capturas imaginarias.

Se trata del Raw Bar.



Un servicio atento, profesional y eficiente -que siempre es de agradecer- te mostrará una carta que bucea entre salmones, atunes, vieiras, caballas, lubinas, doradas y gambas rojas para, en crudo o a la brasa, llenar tu paladar de sabores marinos ahumados o conjugados con jengibre, yuzu, lima, sésamo, tapenade, teriyaki, romulade…¡Delicioso! 


Fotografía de lalonjadelmar.com

Pero no temas, también hay espacio para platos más terrestres si tus inclinaciones son carnívoras e, imagino, que estarán a la misma altura que éstos. 

Solo los postres, como nota discordante, rompen el ritmo de esta sinfonía de sabores que insulsos y carentes de personalidad no permiten rematar una comida perfecta. 

Una planta más arriba, acompañado en el ascenso por grandes hipocampos luminosos, se llega a La Lonja de este puerto de mar a la que, sin dudarlo, subiré en una próxima visita.



Por hoy, solo resta decidirme entre uno de los cócteles que pondrán el punto y seguido a este más que agradable descubrimiento.





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