De ruta por la Costa Amalfitana


Para una apasionada de Italia, como yo, convencerme para volver a la Costa de Amalfi es tarea fácil. No hace falta que me insistan.

Así pues, me embarco en un nuevo viaje en compañía de tres locas expedicionarias deseosas de conocer esta parte de la Campania. 

Volamos hasta Nápoles, donde nos espera el coche de alquiler con el que ponemos rumbo hasta el lugar elegido como campo base.

CONCA DEI MARINI




Para llegar hasta él no tenemos más que ceñirnos a las indicaciones que nuestros futuros anfitriones han sido tan amables de enviarnos, esto es, seguir la autostrada A3 en dirección Salerno - Reggio Calabria y tomar la salida de Castellammare di Stabia -teniendo en cuenta que no debemos entrar en esta localidad si no queremos vernos atascadas en ella- para continuar por la carretera convencional que va paralela a la autostrada. Dejaremos atrás Gragnano, uno de los lugares de mayor producción de pasta de Italia, para seguir avanzando en dirección a Agerola y tomar el desvío hacia Conca dei Marini.

En este pequeño pueblo a medio camino entre Amalfi y Positano, alejado del bullicio y dotado de una fantástica panorámica, es donde se encuentra el que será durante siete días nuestro hogar, si bien la llegada no puede ser más fiestera. Fuegos artificiales y una procesión nos recibe, pero ¿a santo de qué? Pues a santo -y nunca mejor dicho- de San Antonio de Padua, patrón de la localidad.



Por tanto, pacientemente esperamos a que devuelvan al santo a su iglesia para poder llegar hasta la puerta de nuestra casa, Amalfi Residence


En las escaleras de acceso nos espera Luigi quien, amablemente, nos ayuda a subir las maletas y nos hace entrega de la llave del apartamento, de nombre Buganville. Una amplia estancia, dotada de un ventanal inmenso, que se abre a una pequeña terraza y a un jardín de uso privado desde el que disfrutar del silencio y de un mar que lo tiñe todo de azul. 



Establecidas, salimos a tomar contacto con el entorno en busca de un lugar donde calmar sed y hambre, siendo la terraza del Ristò All'Olmo el lugar elegido para hacerlo. 

Por la mañana, Marianna nos da la bienvenida con un desayuno donde no falta de nada. Panes variados entre los que se encuentran le friselle, unas roscas que hay que bañar en agua fría antes de ser condimentadas con pomodori secchi, melanzane sott'olio, olive, formaggio…vamos con lo que quieras y además, fruta, embutidos, cereales y un dulce diferente cada día como, por ejemplo, estas deliciosas sfogliatelle ricce!! 



Todo perfecto si además tienes estas vistas.



La primera visita se la dedicamos a AtraniRavello 

ATRANI

En el valle del río Dragone y encajonada entre los montes Civita y Aureo nos encontramos con este minúsculo pueblo.



Su extensión es tan reducida que, ante la falta de espacio, las casas se solapan y balcones y ventanas avanzan buscando la luz. 



En la playa, las únicas veraneantes ellas.


De camino hacia Ravello, -del que poco más puedo contarte que no haya contado en la entrada a él dedicada- imprescindible echar la vista atrás.



¿Sabes ese refrán que dice "el hombre propone y Dios dispone" no? pues tal cual se ha cumplido en este tercer día.

Pertrechadas para hacer el Sentiero degli Dei y tras comprar los billetes en la tienda de la señora Rosa (te recuerdo que en Italia no se pueden adquirir en el autobús) nos colocamos en la fermata del bus de la SITA que ha de llevarnos hasta Agerola, lugar desde el que parte el sendero. Tras más de una hora al sol y sin visos de que vaya a hacer acto de presencia nuestro medio de locomoción, decidimos cambiar el plan y optar por acercamos hasta el Fiordo de Furore a través del Sentiero dei Pipistrelli Impazziti, cuyo inicio está muy cerca de nuestra residencia. 

Pero también esta elección se ve truncada. Al llegar, vemos un cartel en el que se avisa de que el acceso está cortado por ¡desprendimiento de rocas!. 

Como parece que alguien o algo nos está avisando de que hoy es mejor que no hagamos senderismo, decidimos coger el coche y bajar hasta Marina di Conca con el fin relajarnos y comer pues, tras tanto ir y venir, la hora de sentarse a la mesa ha llegado.

MARINA DI CONCA



Aparcado el coche, descendemos entre las callejuelas de este pequeño pueblo de pescadores para alcanzar la playa en la que, además de nosotras hoy, recaló Jackie Kennedy allá en el año 1962. 



Aquella visita debió quedar grabada en la memoria de sus vecinos pues, incluso en la carta del restaurante en el que decidimos comer, La Tonnarella, uno de los platos lleva su nombre, Spaghetti alla Jaqueline. Con los pies en la arena y sobre nuestras cabezas redes y racimos de pomodorini del piennolo del Vesubio, vamos dando buena cuenta de los platos que Domenico nos va trayendo.



Entretanto la playa va quedando en sombra, obligando a los bañistas a mudar de lugar en busca de los últimos rayos de sol.



Le preguntamos a Domenico sobre la posibilidad de ir en barca desde aquí a Amalfi y nos dice que, en el embarcadero, Gianfranco Gambardella hace ese servicio. Como el precio nos parece un poco alto, decidimos que ya nos acercaremos con el coche en otro momento. Pero… ¡sorpresa! nos invitan a llevarnos en el barco del restaurante y allá que nos vamos.


AMALFI

Y así, en cuestión de minutos, pasamos de la tranquilidad al ajetreo del turismo que se adueña de plazas, calles, catedral…


ocupando cada espacio, a semejanza del belén acuático que adorna la Piazza dello Spirito Santo.


Pero por fortuna, como ocurre en muchas ocasiones, solo hay que salirse de las rutas tradicionales para disfrutar de la ciudad de otra manera.


Y verla desde otra perspectiva.



Ahora solo queda esperar la llegada del bus.




Amanece y hoy sí, nada ni nadie podrá interponerse en nuestro camino para llevar a cabo la excursión por:


IL SENTIERO DEGLI DEI

De nuevo compramos los billetes y volvemos a la parada, pero pasa el tiempo y el autobús que viene desde Amalfi y que debía estar a las 10:30 no aparece. Comenzamos a pensar que esta ruta está gafada. Tras media hora de espera nos decidimos por preguntar si es normal que se retrase tanto, a lo que nos responden que no, que el problema es que ha tenido una avería pero que en breve estará aquí.  

Pasados unos minutos hace su aparición y subimos a él pero….a los 2,5 kilómetros el conductor comienza a gesticular, quita el aire acondicionado y a continuación frena, se vuelve y nos dice que no podemos seguir ¡¡¡definitivamente se ha roto!!! y ahí, en medio del Vallone di Furore nos quedamos.



Un sitio precioso, desde luego, pero no para echar la mañana. L'autista nos dice que no va a venir otro a buscarnos con lo cual las opciones están claras, o subimos andando los 8 km que faltan hasta Agerola-Bomerano o hacemos dedo.  

Y eso es lo que hacemos, dedo. Tras varios intentos fallidos hace su aparición nuestro salvador, de nombre Hugo, quien no solo nos lleva hasta nuestro destino sino que además nos invita a tomar un refrigerio antes de comenzar nuestra andadura, ¿qué más se puede pedir?

Por delante nos aguardan cuatro horas de paseo a través del Parco Regionale dei Monti Lattari para alcanzar, siguiendo la única ruta que unía los pueblos de la zona antes de que se hiciera la carretera actual, Positano.



Flor de la viuda, romero, hinojo, retama, brezo, mirto, madroños, vides, olivos, limoneros…y escondidas, algunas casas colgadas sobre el abismo que aun hoy sirven de refugio para los agricultores en días de clima adverso.



Un camino rodeado de silencio, lejos de carreteras endiabladas y multitudes,



donde tomarse un descanso y olvidarse del mundo.




Pasada la localidad de Cannati seguimos por un sendero donde los robles nos prestan su sombra y los valles se adentran en un mar del que surgen, a lo lejos, las islas de Li Galli. 



Hemos llegado a Nocelle y pocos son los vecinos con los que nos encontramos, que no sean de cuatro patas, a los que preguntar por la Fattoria La Tagliata, un restaurante del que nos habían dado buenas referencias.



Conseguida la dirección, y ahorrándonos los 1700 escalones de bajada que unen Nocelle con Positano, llegamos a su puerta, pero ya es tarde y la hora de comidas ha pasado. Un poco decepcionadas, agotadas y hambrientas seguimos hasta Montepertuso donde nos dejamos caer sobre las sillas del restaurante Il Ritrovo. Desgraciadamente no podemos pedir a la carta por la hora intempestiva, pero al menos comemos.



Hecho el paréntesis y colocadas las tiritas en su sitio, tomamos impulso para culminar nuestro recorrido. 



Mil setecientos escalones quizás no, pero unos cuantos si que nos quedan aun por delante.



POSITANO

Conforme nos vamos acercando, un ruido semejante al generado por centenares de abejas que entraran y salieran enloquecidas de un panal, anula el silencio. Hemos llegado a Via Guglielmo Marconi y en el cruce con Cristoforo Colombo el caos hace acto de presencia. Positano bulle, salvo la playa que ya ha quedado desierta.



Se hace difícil transitar entre tanto gentío, tiendas a cada paso y un calor denso y húmedo. Pero bonita, sin duda lo es.



Completamente exhaustas le decimos adiós, dejando atrás la Torre della Sponda.



PRAIANO

Nuevo día y nuevo destino, pero de andar poco. Nos vamos en coche a Praiano por la  SS-163, esa que discurre paralela al mar y donde en ocasiones te quedas sin habla, por espectacular y por complicada.

Ya que el otro día no pudimos acceder al Fiordo Di Furore por los desprendimientos, aprovechamos que la carretera pasa sobre él para asomarnos. 



Una pena no poder darse un baño, pero bueno, en otra ocasión. 

Llegamos a Praiano y como ocurre por toda la costa, encontrar un lugar para aparcar no es empresa fácil, pero al fin lo logramos. Hacemos una parada en la Parrochia di San Gennaro para ver sus suelos barrocos de cerámica y seguimos adelante camino de la playa.



Para llegar es sencillo, o bien sigues los carteles que lo indican


o te dejas guiar por los peces que irán saliendo a tu paso.



Bueno, peces y algún que otro molusco cefalópodo gigante.



Y ahí está Cala Gavitella, hoy poco concurrida debido al estado del mar que dificulta el acceso. De hecho las escaleras con las que cuenta el Beach Clubpara darse un baño sin pisar las piedras, han sido retiradas.



Remojadas y fresquitas volvemos sobre nuestros pasos pasando por delante del Café Mirante


facebook.com. cafemirante.praiao
Apetecible para tomarse una copa viendo atardecer, pero es hora de comer y debemos volver al coche para ir a Marina di Praia que es donde se encuentra el sitio elegido para hacerlo.

Se trata de la Trattoria Da Armandino, toda una institución en esta zona. Comida casera elaborada con productos frescos, servida con atención y al lado del mar ¿qué más se puede pedir?.  Muy recomendable.



Al día siguiente nos vamos a Nápoles, pero como en el caso de Ravello, tampoco te cuento nada pues ya lo hice en una entrada anterior del blog. De ahí que demos un salto en el tiempo y surcando las aguas pongamos rumbo a Capri.



CAPRI

Nuestro barco nos espera en Marina di Praia siendo la compañía La Sibilla la elegida para llevarnos hasta la isla. 

Acomodadas y protegidas contra el sol zarpamos dejando atrás nuestro embarcadero.



Por fortuna las nubes hacen acto de presencia y ayudan a suavizar el calor durante el trayecto.



En nuestro avance, Colli Fontanelle, Torca, Punta Campanella y a lo lejos Capri, con parada obligada en la Grotta Bianca.




En las cercanías, silencio de motores e inmersión en este azul turquesa. 



Como la marea está alta, e impide el acceso a la Grotta Azzurra, seguimos adelante, pasando junto a I Faraglioni hasta el puerto de Marina Grande



No es mucho el tiempo del que disponemos, de ahí que como tenemos que elegir qué queremos ver, nos decidamos por ir a Anacapri

En el microbús naranja, subimos apretadas como sardinas en lata evitando mirar por las ventanillas. Aunque no sufras de vértigo lo sentirás.

Por Via Giuseppe Orlandi nos encontramos con Antonio Viva, maestro en el arte de la sandalia, que sentado en la puerta de su tienda trabaja concentrado sin reparar en los turistas que curiosean su producto.  


www.pinterest.com

Un paseo por sus calles tranquilas.



¿Tal vez por ser hora de siesta?



No, es hora de comer y eso hacemos en la terraza de Casa Rossa Food & Wine (Via Giuseppe Orlandi 117) cuya carta  escrita sobre una pizarra te la acercan a la mesa. 


Te aconsejo que te sientes.

Para volver al puerto prescindimos del microbús y bajamos en uno de los taxis cubiertos con toldo que invaden la isla. Sin duda más caro, pero mucho más cómodo!!



De regreso hacia Conca, las nubes de la mañana comienzan a mostrar su lado más oscuro.



Cubriendo poco a poco Positano



y el mar. 




Ya en el embarcadero, hay que echar a correr y ponerse a cubierto como sea.



Por suerte o por desgracia todo tiene su fin y el último día de estancia, en esta costa de película, ha llegado. 




Para despedirnos, nada mejor que una copa de vino en la mano y brindar "per ritornare súbito"




 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...