Granada



La primera vez que estuve aquí fue hace ¡¡muuuuchos años!! y la tontería adolescente que me acompañaba me impidió sacar partido de esta preciosa ciudad. Hoy, con la cabeza más asentada y las hormonas, bastante menos revolucionadas, vuelvo a ella para descubrirla como merece.

El hotel elegido para pasar dos noches se encuentra a dos pasos de la Calle Recogidas, una de las vías más transitadas por encontrarse en ella un número importante de tiendas. Pero no temas, ya sabes que a mí me gusta la tranquilidad, con lo cual te puedo asegurar que, aunque estés cerca, en Villa Oniria te encontrarás dentro de un remanso de paz y su enclave te permitirá recorrer la ciudad sin necesidad de utilizar el transporte público. 


hotelvillaoniriagranada.com
Con los pies en sus calles me encamino hacia Reyes Católicos y serpenteando entro en la Alcaicería, zoco árabe donde pensarás que has sido abducido y trasladado a Marruecos en segundos. Solo descubrirás que no ha sido así cuando oigas hablar a sus vendedores…su acento les delata.



Salgo a la Plaza de Bib - Rambla, donde los puestos de flores se encargan de poner la nota de color alrededor de la Fuente de los Gigantes. Si el día acompaña, es un lugar muy agradable donde hacer una parada en alguno de los locales que la circundan, sobre todo, teniendo en cuenta que toda esta zona es peatonal y el ruido de los coches queda lejos. Si está muy concurrida, entonces puedes acercarte hasta la Plaza de la Pescadería. Aquí tiene aposentadas sus mesas el Restaurante Oliver. Te aseguro que cuenta con muy buenas tapas, si lo que te apetece es una comida informal, aunque sentarte en su coqueta terraza es una gozada.

Girando a la derecha hallarás otro espacio precioso, la Plaza de la Romanilla, donde múltiples palmeras arropan a una pequeña escultura en honor a los aguadores, al igual que lo hacen un surtido número de locales entre los que se encuentra Ermita, con cocina más internacional y buena selección de vinos. Éste lugar hace esquina con la calle Cárcel Baja donde, entre las puertas de San Jerónimo y del Perdón de la Catedral, te asaltará el maravilloso olor de las especias y los tés que se venden a sus pies. 



Si la sigues, desembocarás en la Gran Vía de Colón, pero continúa un poco más hasta que te cruces con  esa "calle de Elvira, donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas" según recitaba Lorca. Yo no las sigo a la Alhambra, las dejo que vayan solas y subiendo por Calderería Nueva pongo rumbo al Albayzín. Al subir por ella te asaltarán teterías y pequeñas tiendas donde comprar dulces típicos de la gastronomía árabe. Comerse alguno no está nada mal, teniendo en cuenta que todo lo que me espera son cuestas y más cuestas hasta llegar al famoso Mirador de San Nicolás.



Puede que existan multitud de enclaves desde los que tener una magnífica panorámica de la Alhambra, pero estoy segura que éste es uno de los mejores y he de decirte que, si lo que quieres es estar un buen rato disfrutando como se merece de ésta maravilla, entonces toma asiento en la terraza de El Huerto de Juan Ranas. Así la contemplarás.



No lejos de aquí y dentro de una de las casas tradicionales del Albayzín, conocidas como "carmenes", está El Mirador de Morayma.  Su patio escondido a miradas indiscretas y sus cálidos comedores son un buen reclamo para degustar una cocina tradicional bien ejecutada. Por supuesto también con vistas.

Y ahora empieza el descenso, mucho más llevadero, hasta la Carrera del Darro, donde el río discurre pegado a las faldas del Barrio de la Churra y al bosque que envuelve la Alhambra. Un recorrido magnífico que te llevará hasta el Paseo de los Tristes, si te diriges hacia la izquierda, o hasta Plaza Nueva si tomas la dirección contraria. En ambos podrás descansar en alguna de sus múltiples terrazas entreteniéndote con el ajetreo de los viandantes. 



No te pienses que se me ha olvidado subir a la joya de esta ciudad, ni mucho menos. 



Desde ella tengo esta vista y me voy dejando seducir por su esplendor y la música de sus fuentes. Por fortuna, hoy no hay casi gente y la recorro como se merece, a paso lento.



Llega el momento del TAPEO y de esto, esta ciudad sabe latín. Aquí las tapas son a lo grande, pero de verdad, nada de aceitunas en salmuera. 

Te lo digo por eso tan habitual de tomarse una caña o vino antes de sentarte a cenar. En Granada no se puede hacer, pues si sucumbes a tu tradición tendrás que llamar al restaurante anulando la reserva. Por 2€ o poco más, te acompañarán tu bebida con un plato (para cada uno de los que seáis) que puede componerse de una mini hamburguesa, ensalada y patatas bravas. Imposible tomarse dos vinos y tratar de cenar después.

Hay cientos de sitios, de ahí que no te aburra con una larga lista de ellos. Lo mejor es que los descubras por ti mismo.

¡¡ Y ante todo…disfruta!!


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