Cáceres en otoño.


Mientras las grandes urbes despiertan de su letargo estival, retomando nuevamente su frenesí enloquecido y envolviendo, casi inconscientemente, a sus pequeños moradores en su espiral desenfrenada, el otoño se ha ido instalando despacio, con timidez, silencioso.

Alejarse de ellas, aunque esa lejanía sea breve, siempre reconforta y ayuda a afrontar un nuevo curso vital.

Hacer esto no supone tener que irse a las Antípodas, si bien puede ser una opción. Yo te propongo algo más a mano e igual de alentador, un viaje a Cáceres.


Alojarse en un hotel agradable y céntrico es un aspecto a tener en cuenta. Así, una buena opción es el NH Collection Cáceres Palacio de Oquendo que, sin llegar al lujo del famoso Atrio, seguro que satisfará tus necesidades con creces. Balcones volcados sobre la recoleta Plaza de San Juan donde, en días soleados, las pequeñas terrazas invitan al sosiego, acompañado por el tañir de campanas de su preciosa iglesia.




Recorre su casco histórico vacío de coches y descubrirás a unos extraños personajes que, armados con unos palos provistos de cerdas y unas gomas por las que brota agua, se encargan de mantener limpios de polvo y paja todos sus rincones. 

Sabes quienes son? Sí, los barrenderos, esos que hace tiempo han desaparecido de las calles de Madrid. Ya no los vemos y somos muy conscientes de su falta aunque, una alcaldesa de cuyo nombre no quiero acordarme, sigua contemplando una realidad paralela al común de sus habitantes. Madrid está sucio, muy sucio… magnífica carta de presentación para la tan cacareada Marca España!!

Pero sigamos adelante y relajémonos, que eso es lo que hemos venido a hacer aquí. Piérdete por su entramado urbano y déjate llevar por la tranquilidad. Descubrirás un aljibe almohade en el subsuelo del Palacio de las Veletas, sede del Museo de Cáceres.



Torres tapizadas de verde y granate donde moran los vencejos y jardines, ocultos a la mirada de curiosos, de los que en ocasiones asoman sus habitantes.




Las plantas, deseosas de ver mundo, escalan sus muros y se derraman por doquier a la búsqueda de nuevos horizontes.



En sus calles y plazas vacías, contrastes de luces y sombras dibujando una ciudad de cuento. Sucesión de palacios, judería, foro romano, conventos. 





Sigue tu instinto, sin dirección, sin plano y a tu paso saldrán rincones de singular nombre, casas que encierran leyendas, dragones malheridos…Así es Cáceres.



Mientras realizas tus andanzas, descubrirás restaurantes y cafés donde dar descanso a los pies y satisfacción al paladar.


Te encontrarás con Calenda (Adarve del Padre Rosalío 14) un pequeño local de luz tenue, muros recios de sillar e imponente arco. Un espacio muy agradable, atendido con eficacia y  cercanía, donde los platos se alejan de la tradición extremeña. Un vino de la tierra? Habla del Silencio.

De blanco inmaculado te recibirá Bouquet (Plaza de Publio Hurtado 1) con dos espacios a elegir en función de tus necesidades gastronómicas. Buena materia prima, bien elaborada y presentada por un equipo de profesionales que saben lo que hacen. Pista vinícola: Alaude.

Grandes mesas de madera con bancos corridos que, en las noches templadas cacereñas, se iluminan con la tenue luz de las velas. Es la Tapería de la Torre de Sande (Calle de los Condes 3) rústica en su atrezzo pero no en sus viandas. 

En La Taberna Matilda, junto a la Iglesia de Santiago, una pizarra te mostrará una selección heterogénea de platos donde conviven guisos portugueses, marroquies y por supuesto de Extremadura. Si puedes disfrutar de su terraza, todo te sabrá el doble de bueno. En esta ocasión, la pista enológica me la da su agradable tabernero: Evandria Muscat. Un grato descubrimiento.

Si eres goloso, acércate hasta la Plaza Mayor. En sus soportales hallarás un establecimiento donde el tiempo se ha detenido, es la Confitería Isa. En sus expositores  no hay cabida a pasteles fluorescentes, solo tradición y buen hacer: milhojas, piononos, perruñillas, málagas… 

Quizá un café u otra cosa? entonces encamínate hacia Los 7 Jardines (Calle Rincón de la Monja 9) Te envolverá el sosiego, la buena música y un entorno perfecto. Conciertos en vivo, exposiciones, libros y un jardín... envidiable.  

Si te ha sabido a poco, aquí tienes otro espacio donde seguir disfrutando de la música en directo, es El Corral de las Cigüeñas (Cuesta de Aldana 6) Lugar noctámbulo pero también matinal. En su patio, antigua Rectoría de Santa María, podrás desayunar a la extremeña, madrileña, francesa, catalana...bajo dos grandes palmeras y una frondosa yedra.


Es momento de volver, la realidad nos espera después de unos días de ensueño. 



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