Barcelona

Después de unos cuantos meses de sequía, vuelvo a enfrentarme a una página en blanco para relatarte mis andanzas por una ciudad en la que mis pies se habían posado en varias ocasiones pero, nunca, caminaron por ella. Llegó el momento de conocer, aunque con muchas carencias, Barcelona.



Los días, en que llegar hasta ella desde Madrid por una Nacional II de doble dirección y atravesando pueblos y más pueblos, algunos de ellos encajonados en desfiladeros como el formado por el Jalón a su paso por Somaén, quedaron atrás. 



Se perdió el encanto de conocer, sin pretenderlo, esa parte de la Península más escondida y ahora, muchos de ellos, duermen a la espera de una visita inesperada. Hoy, un viaje "relámpago" te deposita en la Estación de Sants, desde donde podrás acercarte en metro al lugar donde hayas decidido pasar tus jornadas de asueto.

La oferta hotelera de Barcelona es abrumadora. Yo me decidí por el Room Mate Emma tanto por su ubicación como por su precio, eso sí, siempre que no coincida con eventos en la Ciudad Condal pues, de ser así, sus tarifas -al igual que las de todos- se disparan.


Estoy en pleno distrito del Eixample, a dos pasos de la mayor concentración de arte modernista y sin perder más tiempo que el necesario para tomar un café, pongo rumbo hacia él, deteniéndome en la Casa Milà

Antes que nada una advertencia: si eres un loco de entrar a todos los lugares visitables debes saber que, para no hacer colas interminables, es aconsejable que reserves tus entradas con anterioridad por internet y por tanto destinar una nada despreciable cantidad de euros a ellas. Para que te hagas una idea, sumando las entradas básicas de la Casa Milà, Casa Batlló, Sagrada Familia, Hospital de Sant Pau, Museo Picasso, Parque Güell, MNAC y el Palau de la Música, la cuantía total a pagar será de 108,80 €. Eso sí, si eres miembro del ICOM podrás entrar en muchos de ellos gratis o con algún descuento.

Y dicho esto, es el momento de recorrer el sinuoso edificio de Gaudí y subir a las alturas para encontrarme con ellos, guerreros desafiantes sobre un azul inmenso.







Dentro, descubrirás una casa de muñecas a tamaño natural, donde una costurera ha interrumpido su labor para tomarse un descanso.



Momento de ventanas y balcones orgánicos en una mansión concurrida como pocas. Me encuentro en la Casa Batlló y el río de turistas la anega, haciendo intransitables sus estancias. Paciencia. 



Salgo de ella con cierta sensación agridulce y, necesitada de espacios abiertos, me dirijo hacia el mar. Ahí está la Barceloneta, con sus restaurantes a pie de playa pero sensiblemente cambiada. 


Imagen izquierda de mtvo.bcn.blogspot.com

Algunos de los antiguos aún permanecen, como Ca la Nuri pero, abarrotado, lo dejo atrás y me encamino hacia otro de los muchos que se asoman a la playa, AGUA, donde disfrutando del tiempo, saboreo almejas a la brasa y un arroz al carbón con alcachofas, gambas y sepia. Estupendo colofón mañanero. 

Un caminar pausado por la orilla, hasta alcanzar el Port Vell. Quién tiene prisa?



Dejo el mar y entro en otra dimensión a través de callejuelas que me conducen hasta el Barrio Gótico. Silencio y piedra conforman el espacio por el que me muevo, sin pasar inadvertida a miradas ciegas y susurros mudos. 





Andar y andar, recorriendo estas calles detenidas. Plazas escondidas que te animan a descansar sabiendo que, fuera de ellas, la ciudad bulle en su frenético avance hacia un futuro incierto. 


Frente a las heridas sin cerrar sobre los muros de San Felipe Neri, causadas por una guerra fratricida, encontrarás un Relais & Chateaux de nombre homónimo. Enclave perfecto para economías desahogadas.


  
Dejo el lugar en busca de Santa María del Pi, donde me han dicho que un ojo gigante de colores traslúcidos lo observa todo. En su interior la luz juega con ella mientras, desde un escondite, es observada en sus andanzas por pequeños rostros moldeados en cera. 



Y de basílica en basílica llego hasta La Basílica Galería, donde también aquí los exvotos hacen acto de presencia, aunque un poco alejados de la ortodoxia. Entra en ella, seguro que te sorprenderá.



Y ahí La Rambla. Torrente de gente que se mueve como autómatas frente a tenderetes de souvenirs de plástico. Poco a poco, como en tantas ciudades, las grandes cadenas comerciales engullen con voracidad insaciable lo que resta de las tiendas de antaño. Hay que estar atento para poder encontrarlas y, así, recrearse en sus curiosas fachadas.




A pocos pasos de donde me encuentro se levanta un templo del sabor, del color y de la vista. Imposible pasar de largo y no acceder al Mercado de La Boquería. Hacer un alto en el camino, para degustar un vermut en alguno de los locales que le circundan, siempre es buena idea.


Y si de mercados hablamos, no te olvides del antiguo Mercado del Born, en el Barrio de  la Ribera, hoy funcionando como centro cultural. No quedan tiendas, pero sí las ruinas de lo que fuera este barrio en el siglo XIV.



Tras el paréntesis, continuo mi visita por El Raval para cenar en Casa Leopoldo, lugar que en palabras de un genial escritor asiduo a sus fogones "...se mantiene tenaz, contrastando con la mudanza de un barrio chino en plena remodelación en el que la piqueta le quita las varices de sus viejas prostituciones y extermina poco a poco lo que fueron ingles de la ciudad... " Manuel Vázquez Montalbán es quien lo escribe y tomo asiento bajo su soñador mirar miope.



La noche pasó y el día me lleva hasta el Hospital de Sant Pau



Pero descuida, me acerco hasta él para ser yo quien examine a esta joya modernista surgida de la mente de otro gran arquitecto de la época, Lluís Domènech i Montaner







A pocos pasos se alza la archifotografiada Sagrada Familia donde, ante el enjambre de público, huyo en busca de lugares menos concurridos. Atrás dejo el ajetreo urbano adentrándome en Montjuic.



Descendiendo con pausa, llego hasta el MNAC para transitar las salas que, a media luz, muestran las maravillas de un románico arrancado. Un museo inmenso y magnífico que requiere ser visto a pequeñas dosis. 



El momento de hacer un descanso ha llegado, y me voy hasta Poble-sec, cuna del creador de una canción para la nostalgia, Mediterráneo. Aquí, todavía se respira un ambiente de barrio, sin contaminar. 

La comida, reposada, en un restaurante acogedor. 



De nuevo en Ciutat Vella, descubro el Antic Hospital de la Santa Creu. Sosiego entre naranjos y jugadores de ajedrez. 



Sigo mi camino hasta Santa María del Mar. La mirada se eleva, vagando entre pilares sutiles. La gravedad ha desaparecido.


20minutos.es

Bajo a la tierra de nuevo y como ellas, agarro el canasto. El momento de las compras ha llegado.



Lo tengo fácil. Al girar la esquina me encuentro con La Botifarreria de Santa María. Una variedad infinita te asalta desde el mostrador, dificultando la elección a neófitos como yo.



Con la compra hecha y el canasto aparcado, hay que ir pensando en la cena. Paso delante de un restaurante ante cuya entrada me detengo, atraída por un bodegón de colores. 



Levanto la vista y leo su nombre, La Camarga. Sé que me suena de algo, pero no tengo muy claro de qué. Al poco, las neuronas se conectan y me transmiten un mensaje: escuchas bajo manteles.

Decidido! esta noche me dejaré seducir por su carta: cocas, ceviches, erizos, arroces


Eso sí, paparazzi lejos!!




5 comentarios:

  1. Increíblemente seductora tu estada en Barcelona Sylvia. Me has convencido! Me apunto contigo un nuevo encuentro en esta ciudad única e irrepetible, y que llevo en el corazón.

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  2. Yo también me apunto a volver y si cuento con tu compañía, seguro me permitirá conocerla mucho mejor. ;)

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  3. Jorge M Jáuregui12 de enero de 2016, 2:10

    hermoso recorrido, necesito volver con más tiempo para disfrutar ese instante, felicidades

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario Jorge. Encantada de saber que el recorrido ha sido de tu agrado. Saludos.

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    2. Muchas gracias por tu comentario Jorge. Encantada de saber que el recorrido ha sido de tu agrado. Saludos.

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